‘Banned in DC’: Epílogo (parte IV y última)

Cuarta parte del epílogo de Cynthia Connolly a la nueva edición, la séptima, del legendario libro Banned In DC, que en BCBlog estamos publicando por entregas. Banned In DC es el primer libro que se editó sobre la escena punk y hardcore de Washington DC, originalmente publicado en diciembre de 1988 y ensamblado por Cynthia Connolly, Leslie Clague y Sharon Cheslow. En esta parte nos habla de la publicación y distribución del libro, completamente «hazlo-tú-mismo» como estáis a punto de ver.

En el capítulo anterior…

LA PUBLICACIÓN Y DISTRIBUCIÓN DEL LIBRO

La creación de Banned in DC ocupó unos buenos dos años de mi vida. Comencé en otoño de 1986 y acabé cuando las imágenes y diseño del libro se enviaron a imprenta el 5 de octubre de 1988. Decidí imprimirlo en Anaconda Press, una de las pocas imprentas locales de calidad que aceptaron imprimir un libro con desnudos y que trataba de un tema tan sospechoso como puede ser el “punk rock”. El propietario, Octavian Cretu, entendió la importancia del libro, estaba entusiasmado y se aseguró de que la producción fuera impecable. En agradecimiento por su compromiso, continúo apoyando su negocio imprimiendo ahí esta séptima edición.

En la época de la primera impresión, en 1988, los valores ultraconservadores de Reagan habían impregnado la vida cotidiana, afectando significativamente a la mayor parte de la sociedad. Un tío de otra imprenta, después de mencionarle que en el libro había desnudez y que iba sobre punk rock, me dió su sudorosa mano y me espetó: “Creemos en lo que el Presidente cree” (lo cual significaba, de manera velada, que no le interesaba “arriesgarse” a imprimir un libro como el nuestro). Muchos pequeños editores independientes ya habían tenido ese mismo problema, así que empecé a compartir listas de impresores que no fueran conservadores y que creyeran en la libertad de palabra, la libertad de expresión y, sobre todo, en la libertad de prensa.

Gran parte de la estética del punk estaba influída por el aspecto económico: la gente usaba aquello que fuera más eficiente y que costara menos dinero. Basándome en esta filosofía, rellené cada página disponible del libro de contenido, incluyendo el interior de la portada y de la contra. El libro empieza como una canción punk, sin titubeos ni pausa

La mayoría de revistas y discos punks que se publicaban por aquel entonces se imprimían siempre en el mismo color: negro. Esto se debía al simple hecho de que la impresión de más de un color (bicromía -dos tintas-, tricromía -tres tintas- o cuatricomía -cuatro tintas-) era más cara. Las páginas interiores de Banned in DC  se imprimieron en un solo color, negro, mientras que la portada y la contraportada se hicieron a dos colores: negro y otro color diferente para cada edición. Gran parte de la estética del punk estaba influída por el aspecto económico: la gente usaba aquello que fuera más práctico y que costara menos dinero. Basándome en esta filosofía, llené de contenido cada página disponible del libro , incluyendo el interior de la portada y de la contra. No hay páginas en blanco, o casi en blanco, como la típica página de créditos dedicada únicamente al título, el copyright y el número ISBN. El libro empieza como una canción punk, sin titubeos ni pausa.

El libro salió a la venta el 13 de diciembre de 1988, el mismo día que me lo entregaron los de la imprenta. Mi estrategia comercial se basaba en que todos mis amigos compraran el libro como regalo de Navidad de ese año. También lo envié lo más rápido que pude al Washington Post, ¡y al día siguiente ya publicaban una entusiasta reseña escrita por el crítico musical Richard Harrington! En 1988 todavía era raro que un medio impreso de cierta importancia escribiera algo que diera validez al punk rock, mucho menos unos de los principales periódicos del país.

De las dos primeras ediciones se imprimieron en total de dos mil ejemplares, a un coste de 20.000 dólares por tiraje, que se almacenaron en palets en el sótano de mi madre. El capital inicial salió de lo que había ganado trabajando cuatro años en Olsson’s Books and Records y en una floristería de Georgetown, y también de lo que me sacaba en mi nuevo curro programando grupos en el d.c. space. Para recuperar la inversión que había hecho necesitaba quedarme con la totalidad de los ingresos, por lo que vendía cada libro personalmente, ya fuera en persona o por correo, sin descuentos ni distribuidores.

En 1988 todavía era raro que cualquier medio impreso de cierta importancia escribiera algo que diera validez al punk rock, mucho menos unos de los principales periódicos del país

Como quería dar validez a Banned in DC como trabajo histórico serio, pedí número de catálogo y ISBN a la Biblioteca del Congreso y me concedieron ambas cosas. Pero luego me enteré que, para tener una copia física en la colección de la Biblioteca del Congreso,  el oficial de selección de la Biblioteca debía primero emitir una solicitud. Al no recibir tal solicitud me enfadé mucho, así que inmediatamente fui al edificio Jefferson de la Biblioteca en Capitol Hill, presenté las dos copias requeridas del libro en el mostrador de recepción y le dije al secretario que éstas habían sido solicitadas para su colección, como si realmente la solicitud hubiera sido aprobada. El libro tardó más de un año en formar parte físicamente de la Biblioteca del Congreso, pero la segunda vez que fuí a comprobarlo, ¡allí estaba!

Debido a que, para la tercera edición, las tarifas iniciales de la imprenta por los negativos ya se habían cubierto, el coste por tirada se redujo, hecho que me permitía ofrecer el descuento del 60% requerido por los distribuidores, y así ampliar mercado a un público más amplio. Por aquel entonces, Dischord había puesto en marcha su propia compañía de distribución, así que eran ellos los que vendían la mayoría de los libros. Para una de las ediciones del libro negocié un acuerdo especial con Southern Records (una compañía discográfica independiente de Londres que recientemente había establecido un acuerdo de fabricación y distribución con Dischord) que consistía en enviar la mayor parte de los ejemplares de ésta para que fueran distribuídos por toda Europa. Así que puse los libros en un palet y los envié a Europa de la manera más barata: en barco.

A mediados de los 90, el hecho de que me pidieran copias del libro desde la sede de Seattle de la recién fundada Amazon me indicó que entre los compradores de libros de la compañía también había punks. Hay que tener en cuenta que hasta 1991, bastante después de la creación, publicación y distribución inicial del libro, no había internet. Cuando Internet llegó y revolucionó la comercialización y distribución de libros, resultó más rápido y más fácil llegar a los lectores interesados. Cada impresión o edición del libro requería nuevas negociaciones, diferentes distribuidores y diferentes maneras de llegar a distintos públicos. Los más grandes fabricantes y distribuidores de libros no tuvieron que enfrentarse a estas circunstancias hasta el cierre de las principales cadenas de librerías a consecuencia de la competencia por las ventas por Internet.

Mientras que mi sistema “hazlo-tú-mismo” tenía unas proyecciones de ventas conservadoras, al final fue el modelo más sostenible. Al apoyar a aquellos que nos apoyaban, al ser fieles a nuestra comunidad, Banned in DC sigue en distribución. Mi meta era que el libro llegara a las manos de aquellos que creían en el mensaje de éste, así que, a día de hoy, siempre tengo cinco copias del libro en mi coche

Mientras que mi sistema “hazlo-tú-mismo” tenía unas proyecciones de ventas conservadoras, al final fue el modelo más sostenible. Al apoyar a aquellos que nos apoyaban, al ser fieles a nuestra comunidad, Banned in DC sigue en distribución. Esta flexibilidad se consiguió después de duro trabajo gracias al hecho de tener una pequeña base de operaciones: ¡yo misma! Mi meta era que el libro llegara a las manos de aquellos que creían en el mensaje de éste, así que, a día de hoy, siempre tengo cinco copias del libro en mi coche. Los vendo directamente a pequeñas tiendas de discos independientes, donde las ventas de sólo un par de libros permiten ofrecer un producto no disponible en otras partes y crear flujos de compra que apoyan a los dueños de las tiendas independientes, no a los grandes establecimientos corporativos (incluso en las épocas en las que el libro ha estado agotado, siempre he guardado un pequeño alijo por esta razón). Me concentré en hacer casi toda la distribución de esta manera después de darme cuenta de que las distribuidoras corporativas nunca me pagaban y me hacían perder una gran cantidad de tiempo, tiempo del que no disponía. Dejé de vender a Amazon después de que modificaran el descuento porcentual y el calendario de pagos, ya que, a menos de que lo mandara a imprimir a China, no podía permitirme el nuevo precio. Pero también porque sabía que, al hacerlo, interrumpiría definitivamente todas las ventas a las pequeñas tiendas independientes y librerías, a las que consideraba como importantes conductos de información hacía la comunidad que yo quería apoyar.

Pete Moffett, Stuart Casson y Toni Young in 1984 (E.N.B. sin Eric)

Muchos me sugirieron que encontrara un editor que imprimiera y distribuyera el libro, para así ampliar el mercado, impulsar las ventas y, lo que es más importante, permitirme concentrarme más en mi arte. Nunca me gustó ese modelo de publicación, ya que el libro representa la subcultura punk de DC en su totalidad: no sólo el contenido, donado por los mismos participantes, sino también su creación, impresión y distribución, a través de las cuales también se expresan los valores de esa comunidad. Es importante seguir apoyando esas redes, mostrando a la gente que todavía es posible usar métodos alternativos para llegar al público. La mera existencia de este libro, sin logotipo de editorial famosa en el lomo, demuestra que con compromiso personal, propósito, integridad y trabajo duro, incluso los sueños más pequeños son posibles. Sigo confiando en que la gente se dé cuenta de lo que hemos conseguido con Banned in DC  y que lo usen como inspiración para sus propios proyectos.

Todos trabajamos muy duro para crear la música y la cultura que Banned in DC documenta, demostrando que todos podemos crear nuestro propio destino y documentar nuestra propia historia. Este libro representa la colaboración, la pasión, el empoderamiento, la valentía, la capacidad de cambio y la confianza que caracteriza a mi comunidad -y el alcance e intensidad de aquello que la vida nos ofrece, y de lo que podemos lograr. También es, en definitiva, un simple documento que captura una subcultura, que aún sobrevive, y que todavía tiene una influencia positiva sobre la cultura, músicos, artistas y gente de todo el mundo.

Cynthia Connolly
1 de enero de 2015
Arlington, Virginia

Traducción: Uri Amat


Cynthia Connolly (Los Angeles, 1965)

Es una fotógrafa y artista americana. Segun su biografía: «Tomo fotografías de personas, lugares y cosas que considero que están en proceso de cambio. Quiero fotografiar paisajes americanos verdaderos y únicos y documentarlos antes de que cambien y sea demasiado tarde. La comunidad punk/alternativa de Washington, DC de principios de los ochenta influenció enormemente mi arte, aportándole una energía a mi trabajo originado por -y dirigido a- la ética «DIY» (do-it-yourself, hazlo-tú-mismo)».

http://www.cynthiaconnolly.com/