Explota el Cuerpo

Margarita

Referencia: BC.192
Fecha de lanzamiento : 9 enero, 2010
Formato: CD, LP, Digital

Cierro los ojos y oigo a una banda de esquimales en el trópico, cantando calypso alrededor de una efigie del Dios-Ballena. Estoy feliz como un pájaro pero a la vez taaan triste, o quizá triste como una lluvia de verano pero a la vez tan feliz. Bajo el hielo, bajo el volcán, el mar está hirviendo. Un mapa de corrientes submarinas, intensidades bajo la superficie, arenas que borbotean en el atolón, la colisión inesperada de lo frío y lo caliente. Así es como explotan los cuerpos. Así es como se forman los diamantes.

La escena underground madrileña – que tan abultados titulares inspiró a los tabloides musicales hace algunos años – murió antes de llegar a existir. Polvo y oscuridad, explosiones y divergencias, bandas de su padre y de su madre que, tras el breve paréntesis de una comunidad imaginaria, abandonaron este plano de existencia, siguieron sus torcidos caminos o se pasaron a las altas finanzas. El punk se caía por las escaleras. Pero Margarita ni siquiera eran de la capital, sino que provenían de las carreteras oscuras que bordean al monstruo urbano. Allí deshojaban las flores misteriosas que brillan invisibles bajo el cemento de las afueras, se subían y bajaban de los trenes de Cercanías, anunciaban a voz en grito una confluencia de planetas y primaveras. Margarita eran una comadreja multicolor de cuatro cabezas. Siempre coloridos, siempre acariciables.

Pero también resbaladizos, angulares, imprevisibles.

Tras los aperitivos del 7″ (Afeite al Perro/Margarita Recs., 2005) y del 12 compartido con Grabba Grabba Tape Tirando Bombitas (Holy Cobra Society/Margarita Recs., 2007), llegó Parque Mágico (B-Core, 2008), un espasmo eléctrico que pillaría por sorpresa a quien no hubiera sido testigo de su apabullante directo, un relámpago punk de 15 minutos donde Jesus Lizard, Superchunk y los Animal Collective de Feels compartían una bolsa XXL de risketos fosforescentes. La luz que brillaba en el centro mismo del volcán surgía aquí a espuertas, entrecortada, tartamuda. Los cuatro esquimales alcanzaban a envolverla con sus manos, pero casi no había oportunidad para darle forma. Querían decir tantas cosas y tenían tan poco tiempo.

Dos años después el mundo de Margarita es otro. La luz ya no llega de fuera sino que se la siente brillar en los propios dedos, en los propios instrumentos. Adiós a las disonancias, al peso agobiante de los escombros, a la velocidad punta que impedía toda vista de los cocoteros y los glaciares. Hola a los amaneceres, a las armonías vocales, a los cantos de optimismo, a los delays de las guitarras rebotando contra las paredes del cosmos. Hola a una nueva pureza melódica excavada de las mismas entrañas punk de siempre. Hola a la claridad y a la luz.

Ya en Parque Mágico habían ensayado un par de esbozos en castellano, pero el paso definitivo a nuestro idioma apuntala la nueva sensibilidad pop que inunda Explota el Cuerpo. Las voces están ahora en primer plano, las armonías que las apoyan son multiformes, infinitas. Las letras adoptan muchas veces el imperativo: camina, sal, haz, déjate llevar. Pero nada más lejos de la sensibilidad esquimal que impartir lecciones. Son más bien propuestas secretas, de las que se pronuncian en voz baja, consejos crípticos y enrevesados. O mejor aún: recordatorios íntimos para uno mismo, como quien se repite entre dientes: todo estará bien, o como cuando de niños nos atábamos un hilo de alambre alrededor del dedo meñique y lo veíamos ponerse morado.

O como cuando, de entre las sombras, el día que menos te lo esperas, llega un disco que te empapa de luz.

Así que no ahorraremos en imperativos: saca el álbum de la carpeta, ponlo en el tocadiscos, haz bajar la aguja, atiende al mínimo rumor de su roce contra el vinilo. O extrae el cd con cuidado, dejándote deslumbrar por los reflejos de su superficie plateada. Hoy vives en medio de un cristal. Y escucha esa batería nerviosa que inicia Crudo y Crema. Y explota sin moverte del sitio durante media hora, media hora de luces potentes, de fuegos andantes, de piezas que encajan al fin, hasta que las voces trémulas con las que concluye Cubos de Luz y Cristal te despidan entre almohadas. Y ondea entonces la bandera de lava y hielo mientras la Banda de los Esquimales se aleja, cada vez más humilde y cada vez más pura, hacia un futuro de palmeras transparentes.