Cosa Astral

El camino que Pablo Díaz-Reixa (El Guincho, Albaialeix), Jens Neumaier (12Twelve, Giullia y los Tellerini) y Cristian Subirà (Summer Recreation Camp) han recorrido en los últimos años, en ensayos y sesiones de grabación repartidas entre parones, giras y meses de ajetreo, ha llevado a Coconot a explorar las formas de un pop poliédrico y celeste, más cálido que caliente, sobre el que flota un imaginario difícil de ubicar en la Tierra. Cosa Astral empieza donde acaban los límites de palabras como tropicalismo, psicodelia o espacial. Y es que el sonido va más allá de las latitudes, los estados alterados de la consciencia o el impulso de los sentidos. El sonido, si hablamos de una banda como Coconot, es energía y color. Instinto y pasión. Canciones que son constelaciones, arrecifes o precipicios.

Alejados de la urgencia con la que nació Novo Tropicalismo errado (BCore, 05) -un primer álbum prácticamente surgido de la improvisación en el estudio y grabado en apenas tres días-, Pablo, Jens y Cristian mascaron durante meses las ideas de estos temas, hablaron de la dirección a tomar, de las posibilidades, acordando un objetivo e intentando acercarse al máximo a ese sitio. Cosa Astral es en ese sentido un disco más meditado, marcado por una premisa: la de hacer canciones pop en español (siguiendo la estela de grupos como Golpes Bajos o Radio Futura). Una obsesión de Pablo que Jens y Cristian tomaron como un desafío, con la intención de trasladar el potencial experimental de la banda hacia un sonido más natural, de hacer que las guitarras sonaran como teclados y los teclados como instrumentos de metal o viento, y de evitar ritmos reconocibles o demasiado usados. Algo así como tratar de buscar el pop esquivando todas las cosas que servirían para definir ese estilo.

La luz dentro de Cosa Astral viene de una ilusión renacida, de ese rayo al que Pablo canta en muchas de estas letras. Una historia paralela a todo lo que el músico canario afincado en Barcelona ha debido afrontar desde que el éxito y la resaca mediática convirtieron a Alegranza, su primer y aclamado disco en solitario como El Guincho, en una retahíla de tópicos y lugares comunes que poco tienen que ver con lo que verdaderamente importa: la intención, el sonido. Esa inquietud por recuperar la esencia de su música es algo que desborda cada una de estas nueve canciones en las que el peso de la instrumentación real prima sobre el uso de sampleados y la alegría permanece al tiempo que los versos avisan del cambio, recaen en el paisaje, en la inmensidad de una naturaleza exuberante, y nos devuelven la fe en lo bueno, en lo que siempre queda. En lo que fuimos, en lo que somos.