Standstill

Standstill cumplen 10 años. Y cada vez es más difícil encontrar un seguidor hardcore, de los de sus principios, en un concierto suyo: pero no porque ya no vaya a verles, sino porque su público ha crecido tanto en número que él se confunde entre la muchedumbre. Pero está ahí, aunque no le veamos, porque Standstill no ha hecho sino sumar en cada uno de sus pasos, sin perder un ápice de su creatividad, de su energía o de su credibilidad.
La aventura comenzó en 1995, con esos ensayos que quedaron inmortalizados en la demo Progress self-destruction en 1996. La pequeña discográfica Heart in hand, desde Madrid, y DIY Product, desde Badalona, se fijaron en ellos, y les editaron un mini-LP de debut, The Tide en 1997, un compendio de las distintas formas de expresar la rabia más desoladora a través de la música. Hardcore con tintes metálicos y con aires paisajísticos, siempre profundo, siempre hiriente. Emocore lo llamaban, pero pronto se les hizo corta la etiqueta, ya que esa marca de la casa vería su culminación en The Ionic Spell (2001), que se convirtió en su verdadero debut, de manos de BCore. Un disco impresionante, que se ganó el título de disco del año en las revistas Mondo Sonoro y Rock Sound. Ahí empezó un largo viaje, con un sinfín de conciertos, cada vez más interesantes y exitosos, no solamente por España sino por toda Europa, convirtiéndoles en un referente de talla internacional para decenas de grupos debutantes, sobretodo ingleses, franceses y alemanes, que querían sonar tan agresivos y a la vez tan elegantes como Standstill. El duro trabajo hecho vio crecer la banda de tal manera que se les quedó pequeño el submundo de la música agresiva dónde se habían paseado, y pronto salió a relucir, cada vez con más decisión, su enorme sensibilidad. Ya no se trataba solamente de tocar fuerte, de ser extremos en volumen, ritmo, distorsión o griterío. Standstill se habían convertido en músicos de verdad, con un discurso absolutamente propio y definido, que les llevó a concebir el enorme Memories collector en 2002. Un disco, también elegido disco del año, que olía a clásico por los cuatro costados, y que contiene las mejores canciones que hicieron hasta la fecha. Más giras internacionales, con cada vez más reconocimiento, les convirtieron en el grupo consolidado en Europa que siempre habían merecido ser. Y en ese punto, cuando un grupo corre el riesgo de apoltronarse, tomaron, seguramente, una de las decisiones más importantes de su vida como grupo: abandonar el inglés, después de utilizarlo con éxito como lengua de comunicación universal, y adoptar el castellano como nuevo receptáculo de su discurso. Un discurso cada vez más cercano, más íntimo y personal, que ya no necesitaba segun qué artificios para hacerse oir. Fruto de esta meditada y acertada decisión, Standstill regresó en 2004 con su último y más ambicioso disco en todos los sentidos: Standstill. Simple como su nombre indica, y profundo como solamente su sabiduría musical puede llegar. Un disco genial, que no solamente hizo reinventarse a la banda sinó que marcó un punto de inflexión, con todo un excitante nuevo mundo delante que descubrir. Una nueva manera de entender el rock cantado en castellano, lejos de cualquier referente hasta la fecha, valiente y convincente. Hasta el punto en que ese seguidor hardcore de sus inicios, que alguien pensaba que solo quería agresividad porque sí, sigue boquiabierto cada vez que los ve subirse al escenario. Y que, cómo aquel veterano que cuenta batallitas a los novatos, les explica a todos aquellos que les acaban de descubrir que la grandeza de esta banda va más allá de estilos, sonidos e idiomas, y que si él está allí después de 10 años es porque el talento de estos chicos es algo fuera de lo normal.